jueves, agosto 25, 2011

Los niños aprenden lo que viven


Si un niño vive criticado,
aprende a condenar.
Si un niño vive en un ambiente hostil,
aprende a pelear.
Si un niño vive ridiculizado,
aprende a ser tímido.
Si un niño vive avergonzado,
aprende a sentirse culpable.
Si un niño vive con tolerancia,
aprende a ser paciente.
Si un niño vive con aliento,
aprende a tener confianza.
Si un niño vive estimulado,
aprende a apreciar.
Si un niño vive con honradez,
aprende a ser justo.
Si un niño vive con seguridad,
aprende a tener Fe.
Si un niño vive con aprobación,
aprende a valorarse.
Si un niño vive con aceptación y amistad,
aprende a encontrar el Amor en el mundo.

miércoles, agosto 03, 2011

Relacionandose con su hijo adolescente

En las pasadas entregas, abordamos algunas ideas muy generales sobre la etapa de la adolescencia, los  cambios que se sufren en esta etapa y  sobre algunas de las posibles complicaciones que pueden  aparecer con la llegada de la adolescencia.
Hoy, quiero compartir con ustedes algunas estrategias que le pueden ayudar a acercarse a su adolescente o a  mejorar la comunicación con él o ella.
Me he encontrado en muchas ocasiones con padres o madres que dicen que quieren tener una buena relación con ellos y ellas pero que simple y sencillamente no saben cómo. Algunos por ahí me dicen que quieren fomentar una relación de “mejores amigos” y otros solo me dicen que les resulta imposible acercarse o conversar.
Les cuento una historia de una escena que presencie hace unos meses.
Paula es una adolescente de tan solo 16 años. Es inquieta, extrovertida, impulsiva al  hablar, demandante de atención y sobre todo muy inteligente. Sus padres han tenido problemas pues ella rivaliza mucho con su hermanito menor de seis años y en el colegio han reportado que tiene conductas inadecuadas (digamos que es bastante inmadura). La última consulta que hicieron fue porque del colegio les  citaron para que se presentasen días después, pues al parecer Paula le pegó a otra estudiante de un año inferior. Esto indignó mucho a sus padres, quienes no se dejaron esperar y rápidamente pusieron consecuencias y me llamaron para que yo interviniera con Paula. Los padres me cuentan el evento, mientras Paula sentada, juega con su cabello como si fuera a encontrar un tesoro entre sus hebras. Los padres en  su discurso ya fantaseaban sobre la reacción de los padres de la otra muchacha, las consecuencias en su nota de conducta y la gran pena de tener que enfrentar a la directora en una situación tan bochornosa.  Yo tan solo les escuché; quizás igual que Paula….. Luego les pedí un tiempo a solas con ella.
La joven inquieta, impulsiva e inmadura no sé dónde quedó, De pronto Paula  empezó a contarme muy ecuánimemente su relato: había estado siendo víctima de acoso por unas compañeras. Sufría de burlas, rechazos y bromas de mal gusto desde hacía varios años.  Sus padres le habían recomendado que las ignorara y que se les pasaría. Sin embargo, los años pasaron y el  acoso no pasó. Un día simple y sencillamente se cansó y decidió actuar. Para mala suerte, tenía al  frente a testigos que por su puesto solo vieron cuando Paula tomó a la otra  chica y la empujó hasta botarla. – ¡“Ya no soporté más, no me importa lo que me hagan, sé que ya no me van a molestar, no se van a atrever”!-
Desde luego, la violencia nunca va a ser la manera indicada para resolver los conflictos. Sin embargo, si lo vemos desde otro punto de vista, Paula había sido víctima de violencia psicológica y emocional durante mucho tiempo.
¿Qué pasó? Mi trabajo era hacer que estos padres se sensibilizaran por el sufrimiento no expreso de su hija y que se volvieran en sus mejores defensores. Claro, de alguna manera tenía que asumir la consecuencia  de sus actos, sin embargo podían sentar un precedente  sobre todo lo que había sufrido su  hija. Los padres experimentaron primero un enorme sentimiento de culpa y dolor. La versión de Paula se conoció hasta después de hablar conmigo. Tras la llamada, ellos solo se limitaron a los “discursos” y al castigo.
Pongo este ejemplo porque en el toco uno de los pilares fundamentales para tener una buena relación con su adolescente: La comunicación.
Aunque usted no lo crea, ellos tratan de comunicarse. A veces lo hacen de forma fácil y abierta, pues en la casa  se ha practicado una comunicación abierta. Sin embargo detrás de muchas conductas desafiantes hay un deseo enorme de comunicar algo.
Comunicarse implica escuchar, pero escuchar sin dar discursos y sin salir con  soluciones “express” para todo. Practique solo la escucha.
Al sentirse escuchado(a), desarrollará la confianza, y esta es la base para que luego pueda aceptar sus recomendaciones. OJO con la palabra recomendaciones,  No es lo mismo a decirle o exigirle qué debe hacer.
La mayoría de los adolescentes  con los que trabajo tienen la misma queja de nosotros  los adultos: hablamos mucho y por todo.
Simplifique su recomendación, no redunde en las ideas y espere a que sea él o ella que se acerquen  a contarle cómo resulto esto o aquello.
Nunca tome las cosas en el primer momento. Deténgase a analizar las situaciones. Lo primero es dar un espacio para enterarse  bien de la situación. No ponga castigos a la ligera ni de regaños. Espere, postergue.
Algunos padres se quejan y dicen que no pueden confiar  en sus hijos(as) porque siempre mienten. Yo les pregunto: ¿porqué mentirán? Piense. ¿Cuál será la necesidad de su hijo(a) de  darle una versión aunque no sea cierta?
Hay familias en particular en donde se  practica la mentira casi como un hábito: “Decí que estabas enfermo, decíle que no le contesto la llamada porque estoy dormida o porque salí, decíle que no podés ir porque ya teníamos un compromiso…… mentiras, mentiras , mentiras…..   ¿Por qué los hijos (as) mienten? Porque es algo normal en casa. Porque tengo papás muy estrictos que no toleran el error, porque tengo la necesidad de sostener una imagen o un estatus,  porque  quiero pertenecer a un grupo…..
Trate de fomentar espacios para compartir con sus adolescentes. Entérese de la música que les gusta, de cual es el grupo que esta de moda, de quienes son sus “mejores amogos(as)”. Averigue cuales lugares frecuenta y que programas de televisión ven.  No  con la idea de montar una academia de espionaje; si no con el fin de estar alerta.
Aunque a veces  pareciera que repelen lo afectivo, busque maneras de expresarle su afecto. Déjele una notita en su almohada. Hágale una carta diciéndole cuán importante ha sido tenerle en su vida. Haga que se sienta único (a).
¿Límites?
Claro que ocupan límites. Pero límites como siempre digo, firmes pero afectivos. No sea cambiante de ánimo; si ya otorgó un permiso, no lo quite para usarlo como castigo. Los permisos  para salidas deben verse como  regalías por  esfuerzos, por logros: hiciste muy bien tu trabajo, creo que tenés merecido…. Tus notas son excelentes, me parece que podrías…..
Los límites  deben ser muy claros. No pueden ser cambiantes. Si hoy usted dice No y mañana por su conveniencia le dice Si a lo mismo que negó el día anterior, déjeme decirle que quien se pone la trampa es usted mismo.
La adolescencia es una época que debe vivirse, es una época de descubrimiento personal, por eso sus experiencias pasadas puede que no sean muy efectivas para el ahora de su adolescente. Se trata  entonces  de tratar de ser adolescentes durante la adolescencia, algo que requiere de una enorme valentía.
Esto no quiere decir que al ver a los lindos adolescentes viviendo su adolescencia los dejemos participar en actividades en donde se rompan ventanas y la propiedad ajena.
Los desafios del adolescente se deben enfrentar  como parte de la función de la vida adulta, la clave esta en enfrentar ese desafio sin  proponerse a curar algo que es básicamente sano. “La que se ve puesta a  prueba   frente a ese  desafío que representa el adolescente es precisamente esa parte nuestra que nunca tuvo adolescencia. Ese pedazo de nuestro ser que hace que nos sintamos agraviados y molestos  frente a quienes se permiten vivir esta fase, y es el que nos lleva a tratar  de encontrarles una solución”
Espero que estos pocos consejos les puedan edificar en su relación con su adolescente.
Hasta Entonces!
LIcda. Tatiana Carrillo Gamboa.
Psicóloga y Psicopedagoga.

lunes, agosto 01, 2011

La comunicacion en la familia

La buena o mala relación entre padres/madres, hijos /hijas son el resultado de un proceso de comunicación; las relaciones familiares dependen de lo que se dice, cómo se dice, del tono de la voz, de la claridad del mensaje, de los gestos que acompañaron las palabras y por supuesto de todas las percepciones que de ahí se formen.
Los problemas de comunicación en la familia tienen raíces muy profundas; desde resentimientos, reclamos que nunca se hicieron pero que en la memoria sentimental están presentes.
Los niños y niñas aprenden a comunicarse en la interacción de la familia. Es ésta la que favorece el aprendizaje de la comunicación cuando se demuestra y se aceptan los sentimientos y pensamientos de cada miembro de la familia. El estilo o la forma que emplee el niño/a con más frecuencia, lo aprenderá de su ambiente familiar. Sin embrago, existen dinámicas familiares que no fomentan esta capacidad sino que más bien son un albergue para las dificultades de comunicación. Por ejemplo:
“Callar es mejor”
“Si hablo, se empeoran los problemas”
“No le haga caso, cuando el/ella esta enojado (a) no sabe ni lo que dice”
“Yo fui quien provocó su enojo, si no me hubiera puesto de insistente tal vez no se hubiera enojado tanto, es mi culpa”
“Le cuento lo que pasó pero su papá/mamá no se puede dar cuenta”
“No dije nada porque igual no me ponen atención”
Todos estos son estilos de comunicación muy comunes en las familias. Hay una lucha por mantener “secretos” que al final de cuentas son secretos a voces porque, aunque nadie habla del tema, todos lo saben.
Existen también alianzas familiares. Por ejemplo la alianza de una madre con su hijo que se unen para enfrentar a la hija y al papá en temas de la casa; todo porque la relación de pareja no anda bien y sienten la necesidad de buscar en los hijos quien les apoye en la toma de decisiones. Lamentablemente, son los hijos los que quedan atrapados en esta peligrosa dinámica. Aquí la ruptura de la comunicación en la pareja extiende sus síntomas a los hijos. En algún momento, los hijos pueden experimentar sentimientos contrarios hacia el padre/madre, pueden llegan a verlos como rivales o, en el otro extremo llegan en algún momento a tener sentimientos de culpa. Me contaba un amigo que durante dos años no le dirigió palabra alguna a su padre, esto porque su madre día tras día le contaba todos los conflictos que como pareja tenían, sus sospechas de infidelidad, las dificultades económicas, las peleas, los reclamos. Llegó el momento en que por la presión que sentía y por el sentimiento de enojo, decide distanciarse de su papá. Años después siente la necesidad de acercase a su padre y conocer la parte de la historia que él nunca conoció. Mi amigo tuvo la fuerza y el amor necesario para perdonar a ambos, sin embargo, en algún momento le reclamó a su madre que por la forma en la que ella había manejado la situación él se había perdido de dos años de vivencias con su padre.
No quiero decir con este ejemplo que nos tengamos que mantener en reserva las dificultades que tengamos como pareja y como familia. Sino que más bien, tengamos la precaución de no generar sentimientos y conflictos mayores. Recuerde que sus hijos/hijas no pueden ser sus consejeros matrimoniales. En tal caso, busque ayuda de algún terapeuta o consejero familiar, alguien que pueda mantener su subjetividad.
Existe también un tipo de comunicación que cuál veneno en la sangre; llega rápidamente a todo el cuerpo y puede llegar a paralizar las emociones: la descalificación o la desconfirmación.
¡Qué triste es estar con una persona que constantemente te desconforma! Personas que esperan atentas el tropiezo, la falla; para correr a ponerla en evidencia. Esto es una agresión emocional.
La persona que vive bajo este tipo de relación, probablemente siempre tenga un sentimiento de falta y experimente constantemente el temor de ser inclusive expuesta ante otros como la inútil, la que no sirve para nada, la que todo lo hace mal…. Lo más triste es que, es probable que después de mucho tiempo de estar sometida a esta tipo de relación, la persona llega a creérselo. Hablamos entonces de personas por supuesto con baja autoestima, con escaso sentimiento de logro y con poca confianza en sí misma.
Probablemente, este estilo de comunicación que muchas personas utilizan, data de su aprendizaje en familia. En un ambiente familiar en donde el padre trate con desconfirmación a su pareja, lógicamente los hijos/as al estar expuestos a esto, en algún momento puedan llegar a reproducir con sus parejas y con sus hijos sus estilos.
La palabra de Dios dice que en él somos nuevas criaturas. Usted, no tiene porque creer que las cosas son así y que a cómo usted aprendió, así deben aprender los suyos. Dios en su infinito amor, le esta llevando a leer esta líneas para que usted pueda efectuar cambios que bendigan la relación en su familia. Dios no quiere que nos sintamos mal; no creo en ese dicho que muchas personas utilizan para respaldar o reforzar el maltrato: “esta es la cruz que Dios me dio para llevar”. No, Él llevó la cruz; por usted y por mi. Él quiere que usted y yo estemos bien. No avale la agresión de ningún tipo.
Existen otros tipos de comunicación inadecuada que también son muy comunes:
• El complaciente que siempre quiere quedar bien con todos…. Esto es imposible. Se puede acompañar de un tono de voz nervioso, de una postura no clara, puede develar fragilidad.
• Padres y madres que se comunican con sus hijos e hijas asumiendo actitudes que provocan sentimientos de culpa: “Bueno anda, yo aquí me voy a quedar solita(o) esperándote” “Y quién me va a acompañar a mi”
• Los de doble mensaje: quiero que seas un buen hombre- mujer, por eso te pego.
Cuando quiera establecer un límite con su hijo/hija, puede utilizar estos tres pasos que favorecen la comunicación y que a la ves fortalece el vínculo:
1. Señale la falta: sin mucho adorno. “No me gusto que te tiraras en el suelo en el supermercado”
2. Hable del sentimiento: “Me sentí mal y avergonzada porque no me escuchaste.
3. Proponga: la próxima ves… proponga una solución y una consecuencia
Este es un ejemplo muy simple de comunicación clara entre padres e hijos. Evite hacerlo cuando estén enojados o mientras haya un berrinche. En esos momentos la comunicación puede ser cortada por el enojo o la irracionalidad.
Cuando sea por una situación de pareja que necesite comunicar, puede recurrir a :
1. La carta de amor: siéntese y piense. Escriba una carta siguiendo los pasos anteriores: hable de lo que le molesta, qué es lo que siente y que propone.
2. Cuando no se logran poner de acuerdo. Siéntense y escriban cada uno que es negociable y que no es negociable. Convérsenlo
3. Como pareja es importante buscar espacios neutros. Si tienen algún tema importante, salgan a cenar y lo dialogan.
Dios bendiga su familia.
Hasta entonces!
Licda. Tatiana Carrillo Gamboa.
Psicóloga y psicopedagoga.

martes, junio 07, 2011

Las ocho mentiras de mi mama

Esta historia comienza cuando era niño… nací pobre.  A menudo no teníamos suficiente qué comer.  Cuando teníamos algún alimento, Mamá solía darme su porción de arroz.  Mientras pasaba su arroz a mi tazón, solía decir: “Cómete este arroz, hijo, yo no tengo hambre”.  Aquella fue la primera mentira de Mamá.
Al crecer, Mamá renunció a su tiempo libre para pescar en un río cercano a nuestra casa; ella esperaba que de los peces que pescase, me podría dar proveer de un alimento más nutritivo para mi crecimiento.  Una vez, cuando sólo había pescado dos peces, hizo sopa de pescado.  Mientras tomaba la sopa, Mamá se sentó a mi lado y comió lo que quedaba en el hueso del pez que me había comido; mi corazón se estremeció al verla.  Una vez que le pasé el otro pescado, lo rehusó y dijo: “Cómete el pescado, hijo, a mí en realidad no me gusta el pescado”.  Esa fue la segunda mentira de Mamá.
Cuando, para poder pagar mi educación, Mamá fue a una fábrica de fósforos para traer a casa algunas cajetillas usadas, las que llenaba con cerillas nuevas.  Esto la ayudaba a ganar algún dinero para cubrir nuestras necesidades.  Una noche invernal me desperté y hallé a Mamá llenando las cajetillas a la luz de una vela.  Así que le dije: “Mamá, vete a dormir; es tarde, puedes seguir trabajando mañana en la mañana”.  Mamá sonrió y dijo: “Vete a dormir, hijo, no estoy cansada”.  Esa fue la tercera mentira de Mamá.
Cuando tuve que hacer mi examen final, Mamá me acompañó.  Después del amanecer, ella me esperó por horas en el calor del día.  Cuando sonó la campana, corrí a encontrarme con ella… Mamá me abrazó y me dio un vaso de té que había preparado un termo. El té no era tan fuerte como el amor de Mamá.  Viéndola cubierta de sudor, de una vez le pasé mi vaso y le pedí que tomase también.  Mamá dijo: “Toma tú, hijo, que yo no tengo sed.”  Esa fue la cuarta mentira de Mamá.
Tras la muerte de Papá, Mamá tuvo que desempeñar el papel de ambos.  Mantuvo su empleo anterior; tenía que satisfacer sola nuestras necesidades.  Nuestra vida familiar se tornó más complicada, pasábamos hambre.  Viendo empeorar nuestra condición familiar, mi bondadoso tío, quien vivía cerca a nuestra casa, vino a ayudarnos a resolver nuestros problemas grandes y pequeños.  Nuestros otros vecinos vieron que estábamos en pobreza por lo que aconsejaban a Mamá que se volviera a casar.  Pero ella rehusó casarse de nuevo diciendo: “No necesito amor”.  Esa fue la quinta mentira de Mamá.
Al terminar mis estudios y obtener un empleo, llegó el tiempo para que mi anciana madre se jubilase pero ella siguió yendo al mercado cada mañana para vender algunos vegetales.  Yo le seguía enviando dinero pero ella era persistente y aún me enviaba de vuelta el dinero diciendo: “Tengo suficiente”.  Esa fue la sexta mentira de Mamá.
Seguí mis estudios de maestría a tiempo parcial.  Financiado por la corporación estadounidenses para la cual trabajaba, tuve éxito en mis estudios.  Con un gran aumento en mi salario, decidí traer a Mamá a disfrutar la vida en los Estados Unidos pero ella no quiso molestar a su hijo.  Me dijo: “No estoy acostumbrada a vivir por lo alto”.  Esa fue la séptima mentira de Mamá.
En su vejez, Mamá fue atacada por el cáncer y tuvo que ser hospitalizada.  Como ahora vivía al otro lado del océano, fui a casa a ver a Mamá, quien se hallaba encamada tras una operación.  Mamá intentó sonreír pero yo estaba quebrantado por verla tan delgada y frágil.  Pero Mamá dijo: “No llores, hijo, no me duele”.  Esa fue la octava mentira de Mamá… y diciéndola, falleció.
Autor Desconocido, enviado por by Edz Arsua, U.A.E.
Fuente: www.motivateus.com
Creo que no exagero si creo que también sería aplicable en muchos casos, al progenitor masculino.  Lo cierto es que el autor del pensamiento nos presenta, dentro de un contexto de mucha necesidad de su niñez, los “pecados” de su progenitora… que más justamente deberíamos llamar sus “sacrificios”.  Creo que cada uno de ustedes podrá identificar y atribuir algunas de estas “mentiras” a sus madres/padres y tal vez sería lo más adecuado que pudiésemos honrarles ahora que están vivos… Adelante y que el Señor les bendiga.
Raúl Irigoyen
El pensamiento Del Capellán

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